Crecer en las dificultades. Resiliencia y crecimiento post – traumático

Era la cena del día del padre. Todos estábamos reunidos y pasándola bien, pero algo andaba mal. Mi papá tenía algunas semanas comportándose extraño y se ponía de malas con facilidad. Había perdido el equilibrio varias veces y tenía dolores de cabeza.

Se disculpó y se levantó de la mesa. Se sentía mareado. Tomándose de las paredes se fue caminando a paso lento a su recámara para recostarse. Los demás nos preocupamos, pero seguimos la cena.

Al día siguiente estabamos en el hospital. Dos días más tarde encontraron un tumor en su cerebro y la vida no volvió a ser igual.

Era un hombre increíble, religioso apasionado, maestro dedicado, esposo comprometido, abuelo pródigo. A penas tenía cincuenta y nueve años. Los últimos quince años los había dedicado a estudiar el desarrollo de las personas y el liderazgo cristiano. Tenía programada una conferencia para unos días después del día del padre. Pero no le iba a ser posible asistir. Si no lo operaban, tenía pocas horas de vida.

El neurólogo habló con nosotros (mi madre, mis hermanos y yo). Nos explicó que debía operarlo de inmediato, pero que quedarían, aún con cirugía, de cuatro a seis meses de vida. Que jamás volvería a ser igual y posiblemente no caminaría y hasta podría dejar de hablar.

Al día siguiente entró a cirugía y siguieron cuatro meses. Los cuatro meses más dolorosos y los más maravillosos de mi vida con él.

¿Cómo es posible que diga eso, que piense que fueron maravillosos? Porque fueron sus últimas lecciones, sus últimas palabras, sus últimos abrazos. Y porque TODOS sacamos lo mejor de nosotros mismos. Así que terminó de hacer su trabajo como padre.

Cuatro meses después – literalmente – falleció, después de haberse despedido de todos, después de haber cerrado todos sus pendientes y después de haber terminado de dejar su legado, un testimonio de hombre comprometido y entregado a Dios hasta las últimas consecuencias.

Cualquiera hubiera pensado que ésta circunstancia nos dejó destrozados, pero no lo hizo. Todos crecimos por la prueba. Enfrentamos lo que los expertos de la psicología positiva llaman Crecimiento Post Traumático.

Vivimos en una cultura de evasión del dolor. Queremos evitar los traumas, pero el trauma o los golpes de la vida son precisamente el camino del crecimiento. Como el libro de Ryan Holiday, «El obstáculo es el camino». Resulta que, aunque me duela decirlo, Arjona tenía razón: «el problema no es problema». El problema es que vivimos evadiendo nuestros problemas y sacándoles la vuelta cuando ellos son el camino para el crecimiento.

No todo es color de rosa en la Psicología Positiva. No se trata de vivir alegres todo el tiempo, se trata de ser feliz y felicidad no es solamente reír y disfrutar. La felicidad también viene por trascender y por sobre ponerse a las dificultades de la vida. Es una de las claves esenciales del PERMA que propuso Selligman.

Los 5 tipos de crecimiento postraumático

A través de su investigación, que incluye más de 600 entrevistas personales, Richard Tedeschi y Lawrence Calhoun identificaron cinco formas en que las personas tienden a crecer después de la adversidad:

Más fuerza interior: los sobrevivientes de trauma pueden volverse más fuertes y sabios después de haber superado una dificultad tan inmensa en la vida. Se sienten más competentes y más decididos a tener éxito; saben que pueden hacer frente a cualquier cosa que la vida les ponga en su camino.

Más apertura a nuevas posibilidades: el trauma agita nuestra visión del mundo, y aquellos que siguen su ejemplo pueden descubrir nuevos caminos, nuevos objetivos y un nuevo propósito en la vida.

Relaciones más fuertes: después de pasar por una experiencia tan desgarradora, podemos comenzar a apreciar más las cosas buenas de nuestra vida, incluidas las relaciones. También podemos desarrollar una visión más benévola de los demás y extenderles más comprensión, tolerancia, empatía y compasión. La adversidad puede empujarnos a dedicar más tiempo a nuestras relaciones y a hacer otras nuevas, también.

Más aprecio por la vida: el trauma puede enseñarnos cuán valiosa es la vida, y nos lleva a no darla por sentada. Podemos comenzar a ver cada día como un regalo, para saborear momentos y placeres cotidianos que no habíamos notado antes. Podemos ser más conscientes y presentes, vivir cada día como si fuera el último y no preocuparnos demasiado por el futuro. Al igual que el equipaje en un avión turbulento, nuestras prioridades pueden cambiar y podemos aterrizar con un nuevo sentido de lo que es importante en la vida.

Espiritualidad más fuerte: los sobrevivientes de trauma que llegan a un acuerdo con lo que sucedió pueden encontrarse con una espiritualidad fortalecida o una conexión más cercana con Dios.

«Aquellos que sobreviven a experiencias traumáticas, por definición, han sobrevivido. Y dado que llegaron tan cerca de la muerte, que perdieron tantas cosas que una vez dieron por sentado, entienden en un nivel mucho más profundo, de una manera mucho más informada, lo que significa estar vivo « Jim Rendon en Upside. La nueva ciencia del crecimiento postraumático

Para que ocurra este tipo de crecimiento, el trauma tiene que ser lo suficientemente serio como para confundir nuestras creencias y suposiciones anteriores sobre el mundo. Es imposible seguir viviendo como lo estábamos antes, y el crecimiento surge a medida que tratamos de encontrar un nuevo camino a seguir.

«Después de esa experiencia, la gente no puede evitar darse cuenta de que la vida es intrínsecamente incierta, impredecible e incontrolable, y que los seres humanos son vulnerables y frágiles. Esta realización puede ser la esencia del crecimiento postraumático en todas sus formas «, escribe Rendon.
Si bien es grave, el trauma tampoco puede ser completamente debilitante: los investigadores encuentran que el trauma moderado (¡sea lo que sea que eso signifique!) Tiende a producir el mayor crecimiento. Pero moderado es relativo: lo que traumatiza a una persona puede no ser traumático para otra. El proceso de dolor y crecimiento es muy personal.

Enseñando la resiliencia a nuestros hijos

Los niños son sorprendentes. Tienen capacidades mayores de las que imaginamos. Tengo tres y de cada uno tengo ejemplos grandiosos de cómo lograron sortear dificultades que jamás pensé que pudieran.

No hay un gen de la felicidad, ni tampoco un gen del heroísmo. Las grandes personas no nacen, se hacen. Pero no por ir agregando cualidades de afuera, sino por ir desenvolviendo su potencial. El potencial de ser feliz y de ser grande está en cada niño, pero, ser feliz o ser grande puede ser distinto para cada uno. No hay dos niños iguales.

Por más que intentemos, no podemos evitar que enfrenten desafíos en su vida y, aunque lo hiciéramos y lográramos ponerlos en una burbuja para “protejerlos”, nosotros (sus padres) nos convertiríamos en el desafío mismo. Lo mejor que podemos hacer es darles habilidades para que estos desafíos no puedan romperlos. Podemos construir su resiliencia.

La resiliencia es la capacidad de recurperarse del estrés, del desafío, la tragedia, el trauma o la adversidad. Cuando los niños son resilentes, son valientes, curiosos, adaptables y capaces de enfrentar el mundo. La buena noticia es que la capacidad de sobreponerse a las adversidades puede cultivarse en TODO niño.

Un gran legado que puede dejar un padre a sus hijos es el ayudarlos a prepararse para la vida. Podemos darles todo, menos el éxito, ese deberán alcanzarlo por sí mismo.

Si deseas conocer más sobre cómo ayudar a tus hijos a desarrollar estas habilidades, descarga el PDF que he preparado para ti, el link se encuentra al final de este escrito.

Las últimas lecciones de mi padre

Desde su silla de ruedas, comiendo donas con nieve, mi padre nos daba una lección maravillosa de crecimiento a través de la adversidad. Mientras él crecía para su «Nueva Vida», a nosotros nos dio lecciones para ésta. Dolió un mundo dejarlo ir, pero también nos ha permitido ser mucho más grandes, más fuertes y mejores personas que antes de enfrentar la prueba.

A pocos días del día del padre, le mando un abrazo fuerte hasta el cielo. Lo echamos de menos, con frecuencia, pero estoy seguro de que nos ve con orgullo. De que está orgulloso de los hombres y mujeres en quienes nos convertimos.

Te amamos, Papá…

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About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.

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