El hombre en busca de sentido

Con qué cara podría presentarme frente al Dr. Frankl en su consultorio diciéndole: “Doctor, ya no quiero vivir, mi vida no tiene sentido”.
Su sola presencia pondría de manifiesto mi carencia de responsabilidad ante la vida. Si él mismo soportó no sólo la angustia y desesperación de verse al borde de la muerte durante largo tiempo, sino también enfermo, hambriento, expuesto al frío extremo, en las peores condiciones con su “sola existencia desnuda”.

Cuando uno lee “el Hombre en busca de sentido”, experimenta entre otras cosas, un brote de vergüenza, como una acusación: “de tan poca cosa me he quejado”. Pero no está escrito el libro para acusarnos, sino para mostrarnos cómo, hasta en los casos más extremos: “la vida siempre tiene sentido”.

Viktor Frankl fue, sin duda, un sabio contemporáneo. Nos trajo no sólo grandes aportes a la psicoterapia, sino a la vida en general. Nos hizo volver a centrarnos en lo importante, nos invita a aprender cómo siempre y bajo cualquier circunstancias somos libres.

Su libro nos narra su experiencia en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. No sólo cuenta la vida en los barracones, los trabajos forzosos y los desenlaces en las cámaras de gas, sino que nos narra lo que sucedía dentro de la mente de los prisioneros: cómo enfretaban el sufrimiento de una vida provisional, cómo algunos se abandonaban a su destino y otros lograban soportarlo con entereza.

Guardando las debidas proporciones, todos pasamos en algún momento por nuestro propio “campo de concentración”. Así como Frankl explica que había unos campos peores que otros. A algunos ha tocado experimentar sufrimientos mayores que a otros, algunos a través de enfermedades, pérdidas, catástrofes, muertes; otros por fracasos, frustraciones, injusticias. Algunos viven o han vivido en campos materiales, en penurias, pobrezas, situaciones extremas; otros en campos interiores, en medio de aparentes riquezas y éxitos, pero llevando vidas vacías, abandonados, aburridos

“Leer sobre Logoterapia – dice Francisco Bretones – ya es Logoterapia”.
Mi experiencia resuena con esta afirmación y más patente se hace con la lectura del Hombre en busca de sentido.

Podemos mantenernos con una existencia superficial, acostumbrados a vivir de cierta forma. Creemos que lo que tenemos a la mano es vital, necesario para sobrevivir. Hasta que se nos es quitado. Entonces nos enfrentamos ante el borde de nuestra vida, estamos en el umbral. No alcanzamos a ver el límite de nuestras capacidades, andamos a tientas y pudiéramos arrodillarnos y dejarnos morir ahí o seguir adelante y averiguar hasta donde podemos llegar. Somos más fuertes y más capaces de lo que pensamos.

La vida nos pregunta todo el tiempo “¿qué vas a hacer?”. Cada momento es una elección y toda elección tiene sus costos y sus beneficios. El no decidir es ya una elección.

Vagamos haciendo las cosas sin pensarlo, de forma accidental. La lectura de este libro puede constituir una invitación a una vida intencional. Dicho de mejor manera: una vida significativa.

No se trata de lo que podamos esperar de la vida, sino de lo que la vida espera de nosotros.

Frankl nos hace notar que cada persona es única e irrepetible, todos somos valiosos y decimos que lo sabemos, pero solamente de manera intelectual. No todos hemos encontrado lo que somos y, aunque nos sentimos diferentes de y, por lo general, inferiores al resto, no sabemos que esta unicidad es lo que nos hace insustituibles.

Podrá haber otros pintores, pero nadie pintará como tú. Podrá haber otros cocineros, nadie cocinará como tú. Podrá haber otros terapeutas, pero nadie dará terapias como tú.

Lo que yo no haga, nadie lo hará. Y si hubiera alguien que lo hiciera, no lo haría como yo. Así que la mejor forma de vivir una vida bien vivida es ser quien soy. No hay más.

Pero, ¿cómo puedo hacerlo cuando mi campo de concentración personal me aprisiona y me obliga a vivir una existencia provisional?

Los prisioneros que sobrevivían no eran los más robustos, sino los que tenían un interior más fuerte, dice Frankl; los que lograban encontrar la mayor de las libertades, la libertad interior.

Tal vez la frase más famosa, no sólo del libro sino del mismo autor, es ésta:
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud…”

Leído en su contexto, esta máxima de vida tiene mayor significado. Porque Frankl escribe estas palabras justo después de hablar de cómo algunos prisioneros “visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan…”; hablaba de un optimismo que hasta resultaba molesto para los demás.

Descubrir que somos libres de elegir nuestra actitud es la primera parte de la curación, pero ¿qué hago para personificar este optimismo y generosidad? ¿Bastará con que me lo proponga?

Al narrarnos las experiencias interiores de los prisioneros, Frankl nos ofrece un repertorio de estrategias cognitivas para afrontar. Desde el autodistanciamiento, la fantasía, evitar a toda costa anclar la esperanza a una fecha determinada, mantener la esperanza en el futuro, ¿Cuándo

– Cuando sea. En el futuro, solamente.
– Vamos a estar mejor. Vamos a salir adelante. Va a ser genial.
– ¿Cuándo?
– Un día de estos.

El sentido no es un concepto abstracto ni tampoco una verdad absoluta que norme la vida completa del hombre, de principio a fin. El sentido es la dirección de la vida en el momento en que nos encontramos. Vivimos existencias provisionales. Hoy y solo hoy, en este momento.

¿Qué espera la vida de mí, ahora? ¿Cuál es el sentido de lo que vivo hoy?
Cada persona es única e irrepetible y cada momento también lo es. Frankl nos cuenta sobre un momento de su propia vida. Sobre el sentido de su experiencia y de la de sus compañeros. Consciente de esto, tal vez pudiera superar la vergüenza y presentarme ante él, porque me atendería como tal, como un ser humano valioso, con una existencia propia y consideraría que lo que me sucede, me sucede solo a mí y me pide una respuesta que solo yo puedo dar.

Al final de cuentas, el libro no es solo para presumir sus cicatrices, ni para acusar a los responsables; tampoco es para curar la morbosidad sobre esos tiempos. Como él lo dice es para intentar comunicar lo que es incomunicable y que sirva de guia para el estudio de cómo es la vida en un campo de concentración.

Y dado que cada uno vivimos, en algún momento, en nuestro propio campo de concentración personal, el libro nos permite descubrir, que aunque estemos en otro tiempo y lugar, y aunque hayan muerto quienes ahí estuvieron, aunque sean otras las penurias, las dolencias y enfermedades, no estamos solos. Aquí están junto a nosotros los demás sufrientes, con quienes compartimos el suplicio. Hay otros que sufren como nosotros y al final estamos conectados por lo espiritual. Sin embargo nuestra respuesta sí deberá ser personal. ¿Qué harás?

Bonita semana.

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.