El milagro de encontrarnos mutuamente

Es una escena comúnmente utilizada por Hollywood en historias románticas en la que el personaje principal llega a toda prisa a un aeropuerto queriendo evitar que alguien se vaya para siempre de su vida. Su amado a amada está por cruzar el filtro de seguridad cuando escucha que gritan su nombre desde lejos. Con el abrigo y una bolsa de viaje en la mano gira la cabeza y levanta la mirada y con sorpresa, si lograr cerrar su boca, lo ve corriendo, tropezando con viajeros y equipajes. Se agota el tiempo, se escucha la última llamada. A penas pronuncia sorprendido una palabra y lo interrumpen con un beso, aprisionado en un abrazo.

Lo vemos una y otra vez, con la mano llena de palomitas o mojando uno y otro nacho en el queso, dando sorbos de refresco disimulando estar cool, pero lloramos. Porque en el fondo, queremos que alguien nos quiera así, que nos detenga, que nos tome del brazo y nos diga te amo. O porque hay alguien a quien no queremos perder para siempre.

Si nos hemos entregado completamente, cuando nos vamos algo de nosotros se queda, y algo del amado o amada nos llevamos. Solo paseamos por esta vida como un viaje, como compañeros de vagón en un tren en el que compartimos los momentos del camino mientras llega la próxima estación de alguno de los dos. 

Hoy quise salir corriendo. He estado despierto desde temprano y mi mente repasó varias veces el guión. ¿Llegaré antes al aeropuerto e impediré su vuelo? ¿O solo le desearé un buen viaje? ¿Me referiré a los días que saldrá de la ciudad? ¿O estaré hablando del resto de su vida?

No lo sé… 

Algunas personas se presentan abiertamente, dispuestas a encontrarse con tu alma, te muestran su corazón desnudo y lastimado y te dan el gran regalo del encuentro. El regalo tan simple y cotidiano, continuamente desperdiciado entre los hombres hoy en día. No hay tiempo para eso. ¿Quién se interesará por ello?

Por eso cuando alguien se ha detenido a mirarte a los ojos y a tocar a través de ellos tu esencia y a dejarse tocar en su alma, la experiencia cautiva a cualquiera y desborda el corazón en alegría inenarrable.

Es el milagro del encuentro. Saber que estoy aquí para ti, estas aquí para mí. No se trata solamente de un cliché cinematográfico o de una escena prefabricada de literatura romántica moderna. Es un regalo al alcance de cualquiera, cuando te das la oportunidad de parar. 

De detener tu prisa por cinco minutos, de vernos a los ojos, sin palabras. De tocarnos, tal vez. De estar conscientes uno del otro.

¿Con quién quieres esto? ¿Con tu amante? ¿Con tu hijo o tu hija? ¿Con tu padre, madre o compañero? ¿Con la persona que llevas décadas compartiendo el techo? ¿O con el cliente que llega por primera vez a tu despacho?

La experiencia de saberse amado es tan gratuita, que corremos el riesgo de abaratarla. No por no tener un precio, carece de valor. 

Tal vez pudiéramos hacer que se retrase el vuelo, o que el amado o amada se quede un poco más. Pero tarde o temprano se escuchará la última llamada y si no nos apresuramos a encontrarnos, nos lamentaremos no haber hecho eso antes. 

Cada día morimos un poco, la muerte se acerca en cuenta regresiva, y pareciera que nos corremos hacia ella a toda prisa, porque hay tantas cosas por hacer. Me alegro haberme detenido el tiempo suficiente; me alegro tener el hábito de hacerlo con frecuencia, porque la vida me ha regalado maravillosos momentos de ser tocado por almas que pasan por aquí y se llevan un trozo de mi corazón dejando a la vez parte del suyo. 

Porque algo se llevan de mí y, no tengo duda, que algo me he quedado de ellas, de ese maravilloso regalo que tuve en su encuentro.

Bonita semana.

PD, buen viaje!

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.