La envidia. Parte 1

«El jardín del vecino siempre se ve más verde» me dijo un buen amigo hace muchos años, hoy pudiera agregar «…sobre todo cuando lo publica en Facebook».

«Mira nada más el carro que trae ese infeliz»; «Esa desgraciada ya anda con aquél tipo y eso que tiene a penas un mes de haber dejado su anterior relación»; «¿Supiste que Fulano se fue de vacaciones a la India?»

Cuando alguien hace esos comentarios, no suena muy contento que digamos. La envidia es una emoción de todos los días, más en la sociedad digital presumida en la que vivimos. La envidia es una de las emociones consideradas más negativas y por esta razón algunos tratamos de evitarla o, por lo menos, no demostrar cuando la experimentamos. Pero evadirla o esconderla impide extraer de la experiencia gran sabiduría y aprendizaje.

Hace tiempo escribí sobre el Enojo y tuve la idea de hacer una serie de publicaciones sobre las emociones. Hoy he decido retomar esta intención y pensé en comenzar por aquí. En las siguientes semanas explicaré distintas emociones tanto positivas como negativas.

Tenemos una vida física, una vida intelectual, una vida espiritual y una vida emocional. Normalmente nutrimos nuestro físico, intelecto y espíritu, y dejamos nuestras emociones desatendidas. A pesar de vivir en una sociedad que privilegia la toma de decisiones desde el estado emocional.

Lo primero que tendría que decir es que toda emociones es a la vez un indicador de una necesidad y un detonador para la acción con miras a cubrir dicha necesidad.

Debajo de toda emoción hay una necesidad (gusto o deseo). La emoción me indica si la necesidad está cubierta o no. Cuando una necesidad se cubre produce una emoción agradable, comúnmente llamada positiva; en cuambio, si la necesidad no está cubierta y existe una urgencia por cubrirla, produce una emoción desagradable, o negativa.

Aprender a escuchar nuestras emociones puede darnos mucho aprendizaje sobre nosotros mismos.

Creemos que la persona sabia es la que ha logrado dominar sus pasiones y bloquear sus emociones. Tal vez, ese sea un camino. Pero propongo otro: que la persona puede llegar a comprender su vida emocional y descifrar los mensajes ocultos en ellas y desarticularlas haciéndose cargo de lo que le piden.

¿Qué hay entonces de la envidia? ¿Puedo aprender de ella?

La envidia no es algo que afecte a unos y a otros no. Es una emoción universal y todos podemos sentirlas si se dan unas condiciones determinadas.

En el libro La Sabiduría de las Emociones, Norberto Levy define la envidia como:

la reacción de dolor y enojo que intenta destruir lo que el otro tiene cuando percibimos que ese otro ha alcanzado algo que deseamos y que no hemos podido lograr.

La envidia se da en cualquier persona, si se cumplen tres condiciones:

  1. Que yo vea que otra persona está realizando algo que yo deseo y no estoy logrando
  2. Que yo sienta o piense que yo no lo estoy logrando porque no tengo recursos para hacerlo y nunca lo voy a lograr
  3. Que yo sienta que no tengo una cuota de deseos realizados en otras áreas para que compensen ese dolor.

Cualquier ser humano que le toque experimentar estas tres situaciones va a experimentar un dolor entre lo que ve y lo que tiene

Durante mucho tiempo se ha pensado es que la envidia es una forma de odio. No lo es. La envidia es una forma de la necesidad impotente y desesperada cuando se confronta con un contraste impotente e intolerable, que, si bien intenta destruir el logro del otro, no es esa la esencia. Lo que intenta eliminar es el contraste.

El destruir el logro del otro es un medio para disminuir el contraste.

Cuenta Levy en su libro, que cuando alguno de sus pacientes le consulta por algún problema de envidia, él hace esta pregunta: «Si pudieras elegir entre, por un lado que la persona a la que le envidias, perdiera aquello que tiene y, por otro lado, que tú pudieras conseguir y ya tuvieras aquello que anhelas, ¿Qué eligirías?».

Invariablemente, todos los pacientes con los que ha hecho el ejercicio responde la segunda opción.

La envidia es una emoción dolorosa que remite a mis deseos no satisfechos.

Todos tenemos deseos que no han sido cubiertos, mas no los tenemos presentes todo el tiempo, ni los hacemos conscientes a cada rato. Pudiéramos decir que estos deseos permanecen en un estado de anestesia parcial o latencia, están puestos de lado. Pero en el momento en que vemos que el compadre se ha ido de vacaciones a las Bahamas al hotel que nosotros soñábamos, o que el vecino se ha comprado el auto que tanto nos gusta y para el que no hemos podido ahorrar, o que Fulana ha conseguido un novio nuevo y tú no has recibido ni una invitación a salir en los últimos tres meses, ahí se pone de manifiesto delante de nosotros el contraste: quiero esto y no lo tengo.

A este hecho se suman otros factores que agrandan este dolor, se recuerdan como en cascada todos los demás deseos que no he podido satisfacer y me refuerzan la imagen que tengo de imposibilidad de conseguirlos, incrementando la frustración. Se vuelve un círculo vicioso que comenzó con una inocente visita al «Face».

De manera que, cada vez que experimento envidia puedo preguntarme ¿Qué deseo insatisfecho me está remitiendo este sentimiento de envidia que estoy sintiendo y qué instrumentos psicológicos necesito desarrollar para poder cumplir esos deseos?

Si yo descubro esos instrumentos psicológicos que me permiten conseguir lo que deseo y percibo la posibilidad de conseguirlo y de cubrir el deseo, que es algo posible, entonces transformo mi envidia en admiración. Entonces dice la persona: “Así que conseguiste un carro nuevo? que bueno… ¿Tienes una nueva pareja? Felicidades»

Convierto ese contraste inicialmente insoportable en algo que me acerca a lo que yo deseo.

¿Cómo logro esto? Te contaré la próxima semana…

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.

Leave a Reply