Podemos encontrarnos en la distancia

– ¿Eres famoso?

– No, no soy famoso.

– Pero te hicieron una entrevista, ¿no?

– Sí, vengo de una entrevista pero no quiere decir que sea famoso.

– Si te hicieron una entrevista para el radio o para youtube quiere decir que sí eres famoso.

Me inquirió con curiosidad debajo de ese gorrito negro que recién había comprado, con el dinero que recibió por su décimo cumpleaños. Tengo pocos días de conocerla; tiene una inteligencia aguda, hace preguntas que me recuerdan a mi María.

Seguí platicando con ella un momento y me contó sobre algunos de sus logros en la escuela. Pensé entonces ¿qué significa realmente tener un logro? ¿De quién vale la pena compartir? ¿Qué hace que una vida sea contada?

Toda vida merece una historia.

Toda persona merece su propio monumento. No hay vida que pase por debajo de la otra. Cada persona con la que me cruzo en el camino me sorprende, me interpela, me hace preguntarme «¿qué hay ahí?» ¿quién está detrás de esa imagen que yo me he hecho? … del mesero, del chofer, del médico, del que me atiende en el supermercado, o cuando pido algo de comer.

Pienso en sus vidas, pienso en sus gustos, temores, deseos; pienso en sus corazones. Vaya que todos tenemos algo por qué vivir y algo que nos quita el sueño. ¿Quiero saber qué es?

Hoy tuve una experiencia de encuentro espectacular con un buen hombre a quien conocía poco. Sí, me causaba simpatía, desde que nos conocimos hace algunos años y habíamos tenido algunos intercambios de palabras. Sabía que le gustaba el baile, que estudiaba su maestría en terapia de pareja, que estaba casado con una mujer, también muy agradable y que había comenzado a publicar su podcast. Pero no sabía más.

Seguramente, él tampoco sabía mucho de mí. Entonces me invitó para entrevistarme. ¿Sobre qué? Sobre mi vida, me dijo. Háblame de ti. Cuéntame tu historia.

No soy famoso, repito. Probablemente a nadie le importe mi vida, pero por un momento a él le importó. Entonces tuvimos un verdadero encuentro. (ver ¿Qué viví en el EMV 2017?).

Conté cómo había entrado al Seminario, por qué salí, por qué estudiar Filosofía, luego educación, Desarrollo Humano y finalmente Logoterapia. Pude ver mi vida en perspectiva en noventa minutos. Conectamos los puntos, pero también las almas. Porque estoy seguro que algo de lo que dije se quedó con él. Como también algo de lo que me dijo se quedó conmigo.

Y pienso que eso es encontrarse. El saber que delante de nosotros tenemos a un reflejo de Dios.

¡Cuánta falta hace conectarnos hoy en día!

A veces pareciera que hacer Zoom en realidad es a la inversa. Nos reunimos virtualmente, pero las personas siguen quejándose de que faltan conexiones. «¿Cómo puedo conectar con las personas de mi equipo? ¿Cómo puedo conectar con mi audiencia? ¿Cómo puedo conectar con los que están lejos?»

No somos sólo corporales. Y olvidamos que también tenemos espíritu. «Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana» decían por ahí. Entonces podemos conectar aunque no convivamos en la misma sala.

Lo he comprobado una y otra vez en esta cuarentena. Cuando podemos ir más allá de las convenciones y acontecimientos y compartir opiniones, sentimientos y valores. Hablar de lo que es profundo. De lo bueno, de lo malo, de lo doloroso. Cuando podemos compartirnos a pesar de la distancia. Porque aunque nuestros cuerpos estén distantes, podemos estar ahí.

No importa si son conversaciones de negocios, si son buenas o malas noticias, si es una clase de álgebra o de español. Cuando todos mis sentidos se enfocan en el encuentro, puedo realizarlo, a pesar de que sea digitalmente. Y lo viví más de cinco veces esta semana.

Una empresaria recientemente me decía, a través de la distancia: «ya no puedo conectar con la gente de mi organización. Éramos muy cercanos y no se puede hacer aquí». Compartimos por cuarenta minutos más y pudimos hablar de lo que teníamos dentro, de lo que sentía y estaba experimentando. Terminamos con lágrimas en los ojos ambos y le dije: «¿notaste cómo se puede conectar, cuando realmente quieres hacerlo?»

No te puedo dar un abrazo en la distancia, pero sí puedo abrazarte en el espíritu y realmente sentirme cada vez más cerca de ti. Aunque nos impidan reunirnos. Sea por lo que sea. No estamos lejos. Estamos cerca y podemos estarlo más.

No hay nada más valioso que el otro/a. Y no hay otro camino para recibir este valor tan preciado como el encuentro. Aunque haya quien me diga que eso no paga las cuentas… le reto a hacer un inventario, porque me considero cada vez más millonario en relaciones, que no se pueden medir en oro.

Y no me resta más que decir: «Gracias».

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.