Vivimos en una sociedad que penaliza el error. Cuando alguien se equivoca y los demás lo notan surgen todo tipo de comportamientos de reprobación: críticas, burlas, juicios, desacreditaciones y hasta la segregación.
Este es un mecanismo social proveniente de la era de las cavernas. El objetivo principal de nuestros ancestros al reunirse en tribus era la supervivencia. En grupo garantizaban, en cierta forma, la disponibilidad de alimento, refugio, etc. Cuando alguien se equivocaba, los demás corrían peligro. Por esta razón, nuestro cerebro primitivo llegó a identificar al error de los otros como fuente de amenaza. Nos vuelve vulnerables. Pero, en el error está también nuestra fuente mayor de conocimiento.
¿Sabías que la ciencia progresa precisamente gracias al método de ensayo y error? Los errores son la fuente de mayor aprendizaje para la humanidad. En todas las ciencias, en todas las artes, en todas las prácticas humanas, de todos los tiempos, los hombres hemos aprendido errando y corrigiendo.
Ahora mismo, tal estés utilizando una bombilla eléctrica para iluminar la habitación donde te encuentras, o si vas circulando por la calle, podrás ver las farolas que la alumbran. Tomás Alba Edison falló mil veces en su diseño de la primera bombilla eléctrica antes de tener éxito. ¡Mil veces!
Es cierto, hay errores que se pagan caro, incluso con vidas humanas, pero querer evitar o, peor aún, ocultar los errores nos hace permanecer en la ignorancia.
“Si no te equivocas de vez en cuando, quiere decir que no estás haciendo algo muy innovador” dijo Woody Allen, y el progreso requiere innovación, ¿no crees?
Deja de ver los errores como algo negativo, deja de evitarlos al grado de que te paralicen, mejor aprende de ellos y, por nada del mundo busques ocultarlos.
– Entonces, ¿cómo le hago? – me dirás.
No estoy sugiriendo que te resignes a equivocarte y te quedes donde estás, lo que propongo es que saques provecho. Ten siempre una actitud de aprendizaje. Ensaya y aprende de tus errores. Tan malo es no querer equivocarse y evadirlos como el que no querer aprender y corregirlos.
Pueden venirte a la mente algunos recuerdos de errores dolorosos que has cometido. Seguramente has perdido personas o cosas valiosas por ello. Te equivocaste en tu trabajo anterior y te despidieron así que ahora temes hacer una propuesta arriesgada, que le pudiera traer muchos beneficios a la compañía, pero si falla, tu cabeza estaría de por medio.
Tienes miedo de empezar una nueva relación porque has fracasado en otras tres anteriormente. Tienes miedo de volver a conducir porque casi atropellaste a alguien la última vez… La lista puede continuar.
Uno de mis libros favoritos es Fuera de Serie, de Malcolm Gladwell. En él, Gladwell analiza porqué algunas personas salen del promedio y llegan a ser «fuera de serie». El autor acuñó la Regla de las 10,000 horas. Dice que cualquier persona puede ser experto en cualquier cosa cuando ha dedicado 10,000 horas a hacerlo. Diez mil horas se alcanzan ejecutando una actividad, ocho horas diarias durante diez años.
Los Beatles, nos cuenta, llegaron a ser lo que fueron por tener la suerte de tocar en clubes de caballeros durante ocho horas seguidas por varios años antes de ser descubiertos. Bill Gates y Paul Allen, tuvieron acceso a una computadora cuando nadie más la tuvo, practicando su programación durante las madrugadas, cuando nadie más lo hacía.
No basta con solo practicar, se requiere «Práctica Deliberada», esto es, practicar intensamente con una mentalidad de enfrentar los errores y corregirlos.
Capítulo 7. No
Te he contado cómo mi padre me enseñó a controlar mi atención cuanto estuve en el equipo de fútbol americano infantil y las dudas me asechaban. El me mostró cómo enfocarme en lo que tenía a mi alcance, un día a la vez.
Así continué juego por juego hasta que terminé la temporada. Aprendí dos cosas importantes en mi equipo de Fútbol Americano infantil: “los grandes logros en la vida se alcanzan enfrentando un reto a la vez” y que no vale la pena rendirse hoy, “siempre podrás rendirte mañana”.
Mi padre me enseñó a controlar mi atención, centrado en una meta alcanzable cada vez. Pensar en una temporada completa era imposible de digerir para un niño de tan temprana edad. ¿Cómo podría soportar tantos golpes y caídas? Pero sí podía soportar las de hoy.
Así que aprendí a enfocarme en el momento. Cuando establezcas metas largas, no pienses en los miles de pasos que deberás dar, piensa en dar el siguiente paso nada más. Controla tus dudas.
Hay que mantener la duda a la raya. Para esto tenemos que tener control sobre cómo nosotros influimos en ella. Esto implica que identifiquemos las fomras en que nosotros mismos la alimentamos.
Debemos aprender a separar la experiencia del significado.
Una cosa es lo que sucede y otra la explicación que nos damos. Aceptar que somos como somos y darnos la oportunidad de cambiar el significado que le damos. En el ejemplo del amigo que cancela la reunión, yo pudiera pensar que él no quiere verme o puedo elegir explicarme de otra manera, puedo pensar que le salió una urgencia o que su esposa o jefe le han pedido algo de último momento.
Nosotros perpetuamos nuestro estado de sufrimiento por la forma en que pensamos. Lo creamos o no, éstas son buenas noticias. No se trata de culparnos, sino que podemos hacer algo al respecto. ¿Cómo lo hacemos? Controlamos nuestra atención, nuestros recuerdos, nuestra imaginación y la forma en la que interpretamos las cosas.
Atención selectiva
La gente insegura continuamente pone atención en situaciones difíciles y busca retroalimentarse con cosas que confirman su falta de valor. Con frecuencia mermamos nuestra capacidad porque estamos buscando evidencias de cómo no somos lo suficientemente buenos. Al pensar acerca de nosotros mismos, nos concentramos en nuestros defectos, pero al pensar en los demás, nos concentramos en sus cualidades. Centramos la atención en lo que nos merma y no en lo que nos edifica.
Hacemos un dibujo, por ejemplo, y ponemos atención en lo que no salió como esperábamos. Cuando es alguien más quien lo ha hecho, le perdonamos los errores y nos fijamos en lo que hicieron bien.
En muchas ocasiones, pensamos que estamos mal en algo y que todos notarán que fallamos. Por lo general, no sucede así.
Memoria selectiva
Otra forma en la que la gente se mantiene en este estado de incertidumbre continua es pensando repetidamente en sus errores y fracasos. Busca evidencia en su pasado sobre por qué no valió la pena algún esfuerzo o alguna decisión que tomaron. No aprenden de los errores, sino que los utilizan para demostrarse a sí mismos que no son valiosos o capaces.
El hecho de que no hayas podido hacerlo en el pasado no demuestra nada, sólo que puedes mejorar.
Fantasías selectivas
Las personas que dudan alimentan la incertidumbre fantaseando en lo que pudiera salir mal. En cómo podrían equivocarse. Tienen la habilidad de pensar con pesimismo, supuestamente para ser realistas, pero es una manera de sabotearse. No es realismo, es pesimismo inútil.
Piensan en todos los contras y ningún pro. Pueden especular sobre por qué no es buena idea una cosa u otra.
En Seis Sombreros Para Pensar, Edward de Bono advierte este proceso. Él separa la especulación en dos, en un momento pensamos en lo que pudiera salir mal y en otro en lo que pudiera salir bien. Cuando estamos en el momento creativo (sombrero verde) no permitimos el pesimismo, en su momento utilizaremos el sombrero negro, que es el que previene los detalles negativos.
Fantasear sobre un futuro negativo, ponernos a pensar en los contras de todo no es tan malo. Al contrario puede ser de utilidad, pero debemos saber usarlo a nuestro favor.
Interpretación selectiva
Cuando crees que no eres capaz de hacer algo o que no mereces amor es fácil interpretar todo bajo esa perspectiva.
Imagina que una mujer con esta mentalidad llega a un bar donde hay noventa y nueve hombres buenos y solamente uno malvado. ¿Con cuál crees que terminará? Con el malvado, porque ella cree que así lo merece, piensa que no tiene derecho a más.
Si un hombre amable se le acerca, sospechará. No lo aceptará. Dudará de sus buenas intenciones. Mal interpretará, con la excusa: “piensa mal y acertarás”.
Si tu pareja esta cansada al final de un día, de manera que no te llama o simplemente se despide de ti para irse a dormir antes. Tú puedes pensar que están a punto de dejarte.
Si el supervisor te regresa un reporte con correcciones, puedes pensar que están a punto de despedirte.
Lo que no alcanzas a reconocer es que la forma en te explicas las cosas puede producir inseguridad y eso mismo merma tus resultados. Te resta fortaleza.
Ganar conciencia
Antes de ganar confianza debemos ganar conciencia, sobre cómo generamos nosotros mismos estas condiciones. Cambiando el diálogo que tenemos con nosotros mismos podemos crear condiciones distintas, podemos producir mayor seguridad y confianza.
Esto requiere esfuerzo, no es algo que se da de la noche a la mañana. Puedo garantizarte que las adicciones más fuertes son las adicciones a pensar de determinada manera. Pero con tiempo, esfuerzo y práctica podrás tomar dominio sobre ellas.
Así que… hazlo.
Todos desarrollamos a lo largo del tiempo una óptica habitual, un paradigma al que estamos acostumbrados y que hemos hecho parte de nuestro sentido común. Es algo que consideramos real, lógico, dado por hecho, pero sigue siendo un paradigma.
Nuestros paradigmas son mapas con los que observamos la realidad. Éstos afectan nuestra percepción y, por lo tanto, nuestras decisiones. Pero, como dice uno de los principios de la Programación Neuro Lingüística, «el mapa no es el territorio».
Aún así, no tomamos nuestras decisiones basados en el territorio, sino en el mapa que tenemos de éste.
Al observar las situaciones a las que nos enfrentamos día con día, utilizamos distintas ópticas para explicar lo que sucede. Cuando una persona explica su retraso a una reunión debido al tráfico de la ciudad. Esta explicación puede ser verdadera, en tanto que si no hubiera tráfico, la persona hubiera llegado a tiempo. Pero es debilitante, a menos que todos los demás conductores modifiquen sus hábitos de conducir, en tiempo y en forma, la persona seguiría llegando tarde.
Ésta es una forma habitual de ver lo que vivimos: como víctimas, es decir, explicamos las situaciones en las que estamos como algo que nos sucede, algo hecho hacia nosotros. Existe una visión contraria, a la que llamamos visión de protagonista (o responsable). El protagonista explica la situación concentrado en las variables dentro de su control: «he llegado tarde debido a que tomé poco tiempo para mi traslado» o «elegí seguir una ruta en reparación», etc.
Ambas explicaciones son «verdaderas» en tanto que son causas, pero cada una de ellas es falsa, en tanto se proponga como la única causa del fenómeno.
Sin embargo, podemos concentrarnos en una u otra visión obteniendo resultados distintos.
La visión de víctima nos pone en una posición de ente pasivo sobre el que actúan fuerzas externas de la fortuna o la fatalidad. En la visión de protagonista, nos colocamos como ente activo, capaz de forjar nuestro destino. Es el ser proactivo, del que habla Stephen Covey en sus Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva.
Consiste en enfocarse en aquellos factores en los que uno puede influir.
Si vemos la vida como un juego de dominó, podemos decir que no está en nuestro control qué fichas nos tocará tener pero sí cómo elegimos jugarlas.
Para moverse hacia adelante y obtener mejores resultados, es imprescindible que tengas la creencia de que tú estás al volante de tu vida. Si no crees esto, debes creer intrínsecamente que tienes poco o ningún control sobre tu vida y que estás, por lo tanto, sujeto a la suerte.