Aprendimos con facilidad a darle la espalda a la vida. ¿Sabías que el verbo Postergar viene del latín Post-tergum, que significa “detrás de la espalda”? Así que cuando dejamos algo para el final, simplemente estamos dando la espalda al éxito.
La definición de postergación en el diccionario de la Real Academia es:
“Hacer sufrir atraso, dejar atrasado algo, ya sea respecto del lugar que debe ocupar, ya del tiempo en que había detener su efecto.”
Dejo atrasadas más de una cosa con regularidad y más vale que haga algo al respecto si no quiero pagar un precio mayor.
Hace tiempo, había quedado en visitar a un amigo en su oficina y no lo hice ni, si quiera, le regresé la llamada o lo busqué, dejando que pasara el tiempo. Un día lo encontré en la calle y me disculpé diciendo que no había tenido tiempo de marcarle. Él me corrigió diciendo “no le diste prioridad”.
Me sentí en ese momento abochornado. Pero asentí, tenía razón, no fue una prioridad para mí.
La segunda definición de la real academia es:
“Tener en menos o apreciar a alguien o algo menos que a otra persona o cosa.”
Si eres alguien que posterga las cosas, este vicio puede estar costándote más de lo que crees. ¿Por qué postergamos? Hay por lo menos ocho razones por las cuales dejamos las cosas para después.
1. Somos perfeccionistas
¡Olvida ya la perfección! Aprende a hacer las cosas suficientemente bien. Esperar al momento perfecto, al escrito perfecto, la idea perfecta, el hombre perfecto. Puede no ser más que una excusa para evitar seguir adelante. Durante mucho tiempo me resistí a escribir porque le encontraba defectos a mis escritos. Hasta que un día tomé la decisión de que eran lo “suficientemente buenos” y con eso me bastaba. Te sugiero hacer lo mismo.
2. Tenemos miedo a lo desconocido
Cuando tenemos por delante una tarea sobre algún tema del que desconocemos o en un ámbito en el que no tenemos dominio, lo mejor es comenzar por buscar información, pide ayuda y sobre todo, pide una guía. La información da seguridad. En ocasiones, por miedo, podemos estar sacándole la vuelta a tareas o trámites que no son tan complicados como pensamos. La información da poder. Comienza por buscarla.
3. Falta mucho tiempo para la fecha límite
Es común que dejemos las cosas para el último momento. Tener compromisos parciales puede ser una buena estrategia. Por ejemplo, si tienes que escribir un reporte largo para fin de mes, puedes acordar con tu jefe entregar avances semanales.
4. Te enfocas en tareas sencillas y dejas las complicadas para el final
¡Lo estás haciendo al revés! Brian Tracy tiene un libro magnífico, cuyo título lo dice todo: “Cómete esa rana”. Empieza por la tarea más difícil (metafóricamente, comerte una rana). Por dos razones, primero, la voluntad se debilita en un fenómeno llamado depleción del ego (sí, depleción, con «l» y «c»). Es como un músculo. Si dejas las tareas más complicadas para el final, estarás más cansado y más renuente a hacerlas. Segundo, al comenzar con la tarea más complicada, tu nivel de satisfacción se eleva, incluso te puede generar la motivación necesaria para continuar.
5. Falta de motivación
Postergas aquellas tareas a las que no les encuentras valor, ¿cierto? ¿y qué hay de ese sueño que tienes años diciendo que quieres realizar? Aceptémoslo, tampoco a ese sueño le encuentras valor. Por lo menos, lo valoras por debajo de tus actividades actuales. Ken Robinson, el autor de El Elemento tiene una anécdota maravillosa. Cuenta que un día su hermano estaba tocando el piano y Ken exclamó: “¡Cómo me gustaría tocar el piano como tú!”
Su hermano le contestó: “No, no te gustaría estar tocando el piano. Si fuera así… lo estarías haciendo”. Necesitas encontrar el valor a lo que quieres o debes hacer. Si no es así, te recomiendo algo: ¡declina! Aprende a decir “No” y acepta que nunca lo harás. Hazlo o declina, no postergues.
6. No sé por dónde empezar
¿Alguna vez te ha sucedido entrar a una habitación tan desarreglada que simplemente no sabes por dónde comenzar? Te daré el mejor consejo que me han dado al respecto: Empieza y punto, como el slogan de Nike. Pero, ¿por dónde? Te daré el segundo mejor consejo: “de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo”. Puede parecer tonto, pero toma un punto, en la parte superior izquierda y comienza por ahí, como si estuvieras llenando una página en blanco. Este consejo tan simple, me ha traído muchas satisfacciones, sobre todo cuando amanece la casa volteada después de un fin de semana. ¡Pruébalo!
7. Tenemos muchas distracciones
Vivimos en la era de la distracción. La moneda más preciada es la atención. Correos, mensajes de texto, llamadas, redes sociales, reuniones. La lista sigue. Necesitas hacer un tiempo para lo que debes hacer. Escríbelo en tu agenda y, aunque sientas miedo o incluso pavor: desactiva las notificaciones de tu celular por ese tiempo… sí… ya lo sé, da mucho miedo. Pero puedes hacerlo, todo va a estar bien. Te vas a ir acostumbrando.
8. No hay tiempo suficiente para hacerlo
Sólo hay tiempo para hacer aquello que consideramos importante, parafraseando a Goethe. ¿No se te hace extraño que no tengamos tiempo para hacer ejercicio, pero el común de la gente pasa más de 90 minutos al día viendo la pantalla de su celular? El tiempo se nos escapa de las manos, como la arena del mar entre los dedos, como en aquel poema de Edgar Alan Poe. Así se nos va el día en hacer nimiedades. La única forma de encontrar el tiempo para hacer lo que tienes que hacer es quitárselo a algo que ya haces. Me gusta la frase: “Para cambiar tu vida, deberás cambiar aquello que haces todos los días”.
No tienes que hacerme caso. Puedes seguir aquí. Sin hacer cambios, si así lo decides. Pero te invito a decidirlo. A nadie se le antoja comerse la rana. O al menos, no a nadie que yo conozca. Pero la rana pasa a segundo plano cuando la recompensa lo vale. Si tienes un sueño por cuál vivir… bueno… empieza a vivir por él y deja de darle la espalda.