¿Qué viví en el EMV 2017?

En 1973, dos investigadores en psicología social realizaron un estudio inspirados en la parábola del Buen Samaritano para comprender la compasión de las personas. Seguramente estás familiarizado con esta historia:

Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita, y al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. (Lucas 10: 30-34)

John Darley y Daniel Batson tomaron dos grupos de seminaristas para realizar el experimento. A uno de ellos se les pidió que prepararan un sermón sobre la parábola del Buen Samaritano. Al otro sobre un tema en general del Evangelio. La primera parte del experimento la llevaron a cabo en un edificio y se les pedía a los participantes que se trasladaran a un segundo edificio dentro de la universidad, pero más retirado, para impartir su sermón.

En el trayecto, en uno de los pasillos, estorbando en una puerta se encontraba un actor, fingiendo tener una enfermedad. Estaba en el piso, doblado en sí mismo, gimiendo y tosiendo.

Darley y Batson quería descubrir si el tema del sermón influía o no en el comportamiento del seminarista. Pensaban que aquellos que habían tenido que preparar su sermón sobre el Buen Samaritano, serían más propensos a detenerse a ayudar al individuo doliente.

Los participantes se trasladaban uno por uno. A una parte les decían que tenían suficiente tiempo para trasladarse. A los demás les advertían que iban tarde.

Además de estas dos variables, los participantes contestaron un cuestionario donde indicaban, su edad, educación, ciertas creencias personales, valores, etc. Ninguna de las variables hizo una diferencia en su comportamiento, tampoco hubo diferencia debido al tema del sermón.

La única variable que demostró afectar el comportamiento de los participantes fue la PRISA. Más de la mitad de los seminaristas a quienes se les indicó que tenían «suficiente tiempo» se detuvo a ayudar al actor (63%). Mientras que sólo el 10% de los participantes con «alta prisa» se detuvo. Hubo participantes que incluso llegaron a tropezar y hasta agredir al enfermo que les estorbaba.

Irónicamente, una persona apurada es menos proclive a detenerse a ayudar a alguien, independientemente de si se dirige o no a predicar sobre el Buen Samaritano.

Los pasados viernes y sábado (6 y 7 de octubre) participé en el Noveno Encuentro Mundial de Valores como voluntario. Tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a grandes figuras en el ámbito social de distintas partes del mundo. Personas que están haciendo la diferencia en sus comunidades, ciudades, países y más allá. Entre ellos estuvieron Carlos Díaz, Sergio Fajardo, Tamika Mallory, Bernardo Kiksberg, Felicidad Cristobal, Leonel Narvaez y Oscar Arias.

Mi trabajo consistía en acompañar a los expositores, al terminar sus ponencias, hasta la sala de prensa. En ocasiones, cuando se trataba de un expositor de habla inglesa, serví de traductor. Y tuve el honor de entrevistar directamente a algunos de ellos.

Quiero compartirte mi experiencia con Carlos Díaz, filósofo y escritor español, con quien tuve la oportunidad de presentarme a su llegada al auditorio. Conversamos un poco antes de su ponencia. Le comenté que había estudiado algunos de sus libros en la universidad y que era un honor conocerlo en persona. Me preguntó sobre mis clases y cursos, me recomendó una de sus últimas publicaciones y se despidió con un abrazo muy sincero.

Cuando terminó su presentación, lo recibimos en sala de prensa. Y me pidieron que fuera yo quien lo entrevistara. Conversamos un momento ante las cámaras y le pedí que profundizara en algunos temas. Al despedirlo me agradeció y me contó sobre el gusto que sentía de que hubiera sido yo quien lo entrevistara.

Ahora bien, el Dr. Carlos no es alguien que ande adulando a nadie. Habla sin tapujos, critica abiertamente cualquier modelo de pensamiento, incluso el suyo y denuncia la incoherencia de los sistemas modernos a la conciencia del público sin temer dar nombre y apellido de los acusados. ¿Por qué quisiera quedar bien conmigo?

En medio de todo el bullicio del evento, Carlos me dio una lección: Me consideró importante.

Uno de los temas centrales del encuentro fue la compasión, su conferencia trataba también de ésta.

La compasión se parece a la empatía. Podemos sentir con el otro, pero nos hace levantar el trasero. Nos pone en movimiento. No solo nos lamentamos por lo que le sucede, sino que nos adueñamos de su dolor y nos movemos a hacer algo al respecto. Detrás de la compasión está el amor.

Las personas somos porque amamos. Y somos capaces de amar porque alguien nos ha amado antes.

Pero en la sociedad actual, lo que abunda es la prisa. Corremos desde la mañana hasta la noche. Y vivimos en el mundo de lo insuficiente. Nos despertamos diciendo que no dormimos lo suficiente. Nos quejamos durante el día porque no tuvimos suficiente tiempo. Y nos acostamos pensando que no hicimos suficiente.

La compasión se da en el encuentro. Y el encuentro sólo se da, sin la prisa.

¿Cómo sé que eres compasivo conmigo? – dice Carlos Díaz en su ponencia. – «Porque sé que mi dolor, te duele».

«La prueba del amor es el dolor. Si no me dueles, entonces no existes para mí. Si no te duelo, no existimos como un nosotros. Solo somos un objeto más.»

Si no me duele tu dolor, no hay compasión. No hay vuelta atrás.

Algunas corrientes en psicología se preocupan por eliminar el malestar. Yo mismo, como maestro de psicología positiva puedo caer en el error si mal entiendo lo que quiere decir emociones positivas. Evadir el dolor no genera bienestar, al contrario, genera angustia y desesperanza. Evadir el dolor no es superarlo.

El principio de nuestra identidad está, no en el yo, sino en el nosotros. En lo que soy para ti y en lo que tú eres para mí. Éste es un giro muy drástico, como cuando Copérnico demostró que era la Tierra la que giraba en torno al sol y no al revés.

Yo aparezco cuando soy alguien para ti. Cuando te importo. Cuando puedo contarte mi historia y puedes sentir mi dolor. Cuando mi dolor te duele. Ahí se genera el nosotros.

«Yo soy tu mano sosteniéndome» dice Carlos, «Tú eres mi mano sosteniéndote»… «Requerimos una nueva visión del mundo, una nueva Epistemología, lo que yo llamo la «Razón Cordial».

Encontrarte así, requiere dos cosas: una nueva visión, como lo dice Díaz, y el coraje de ser vulnerable. Como lo dice Brenee Brown, una de mis autoras favoritas, por cierto: «ser vulnerables es un riesgo que debemos tomar si queremos experimentar conexión».

Uno a uno fueron pasando los expertos a presentar sus ponencias. A cada una de ellas pudiera dedicarle un libro. Me llevará varias semanas digerir todos los mensajes.

Hoy te comparto este pequeño pedacito de mi vida, esta experiencia que viví este sábado, cuando alguien se detuvo a mirarme, se interesó por mí, me escuchó y sostuvo mi mano, porque me consideró importante.

Te invito a detenerte un momento, a dejar de lado la prisa, a darnos ese abrazo pendiente y a descubrir quienes somos cuando sostienes mi mano y yo sostengo la tuya.

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.
1 Response
  1. Javier Noriega Pini

    “La compasión se da en el encuentro. Y el encuentro sólo se da, sin la prisa.

    ¿Cómo sé que eres compasivo conmigo? – dice Carlos Díaz en su ponencia. – “Porque sé que mi dolor, te duele”.

    “Yo aparezco cuando soy alguien para ti. Cuando te importo. Cuando puedo contarte mi historia y puedes sentir mi dolor. Cuando mi dolor te duele. Ahí se genera el nosotros. “

    Ufff!!

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