Escribir el corazón, aunque esté roto

A veces cuando las cosas no salen bien, cuando nos abruma la frustración, el corazón se llena de emociones que no podemos comunicar con razones. Algunos tienden a explotar contra otros. A veces en contra de los mismos que se supone que aman. Destruyen lo que tienen a su alcance y listo… se sienten mejor… por un momento, pero luego hay que hacer algo con lo destuido.

Otros tendemos a callarnos, a guardar las emociones para nosotros mismos. Esto enferma, ¿sabes? Guardar la emoción sin expresarla daña al corazón, a la mente y al cuerpo. ¿Qué hacemos entonces?

Escribir el corazón. Escribe lo que tienes dentro de ti. Las palabras son lo de menos. Lo importante es la emoción que les imprimes cuando lo haces. La poesía es el lenguaje del corazón. Escribir en poesía nos permite plasmar las emociones en papel, descargar el corazón sobre la hoja. Entonces podemos crear cosas hermosas. Porque de un corazón roto, surge una nueva vida.

No hace falta que tengan sentido tus palabras. Basta con que lo tengan para ti. Si te sientes bien y no sabes cómo comunicarlo, adelante… escribe el corazón. Si te sientes destruido y no sabes qué hacer con ello… escríbelo también.

Aquí te pongo un ejemplo, de cómo una sensación amarga puede incluso convertirse en una poesía dulce cuando lo hacemos. Algo escrito por un corazón roto en unos de los momentos más oscuros de su vida:

Solo las letras se esparcen en el lugar de la cañada destruida sin confines. Ni sabremos la verdad… ni importa. Porque de ella me siento desengañado.

¿A dónde terminaremos parando, si no tenemos quién nos defienda? ¿Si aquellos en los que confiamos nos acuchillan por la espalda y se reparten nuestro cabello. Si nos piden paz, mientras intentan engañar a nuestros hijos diciendo «soy tu padre».

¿A dónde iremos cuando las sales amargas nos lleguen al cuello? Cuando el fiscal apriete la empuñadura de su palabra… Cuando el mismo juez pierda su juicio y sin noción del tiempo aplace lo que ya estaba caduco.

Podrido se siente el corazón. Podrido hasta el hastío. Después de romperse por su causa, pisoteado queda en el camino, y nadie lo mira o reconoce y el mundo continúa en la adicción de sus propios pensamientos. No hay lugar para sí.

Atrapados estamos. Secuestrados y obligados a dar abrazos de mentiras. A atender las solicitudes de admiración… a respetar a los que no nos respetaron. ¿Y dónde está el que nos iba a proteger? ¿En dónde? ¿Qué le pasó al centinela? ¿Quién era el responsable de guardar nuestra salud? ¿Cómo podrán tener voz los niños obligados a decir «te quiero» a quien les ha robado a su padre?

Y si todavía se tratase de un destierro, lo entendería. Pero en la cercanía tiene la tierra su amargura. Nada de lo que digas me sabe a compasión. Sobre todo si se llena de mentiras tu voz y finges compostura cuando, ni siquiera sabes hilar bien tus ideas, porque nunca aprendiste a bien hablar.

Ya no sabemos hasta dónde llega tanta estupidez y la boca se me llena de improperios. Pues detengo los puños contra lo que no tiene siquiera el caso y lo que digo a nadie le llega, ni le importa porque, al final, pareciera que el demonio del pasillo, no nos deja transitar.

¿Cómo me siento? Siento que la vida me sabe a nada, que en el lodo me ahogo sin ver… que se jactan de haber ganado en esta guerra pero no soy yo quien me defienda, ni si quiera quien me vengará. Será la misma vida que les devolverá el cuchillo en su propia espalda y quien les hará probar las huestes de la verdad. Porque podridos están sus corazones, retorcidas sus mentes, confusas sus palabras y perversas sus acciones.

Sin nombre…

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.