Si le preguntas a las personas si están a favor o en contra del aprendizaje, es muy probable que todos se declaren a favor. Sin embargo, la mayoría tenemos dificultades para aprender. Existen muchos retos y amenazas para el aprendiz y si quieres convertirte en uno, deberás ser capaz de superarlos toda la vida.
Éstos son doce Enemigos del aprendizaje. Los primeros diez son mencionados por Fredy Kofman en su libro Metamanagement, los últimos dos los he agregado fruto de mi experiencia… son dos situaciones que me amenazan continuamente.
La ceguera
Somos ciegos de nuestra propia incompetencia. No sé que no sé.
Estamos ciegos de lo que no sabemos, no nos damos cuenta de que allá afuera hay cosas que no conocemos y que pudiéramos aprender. Ya sea, porque creemos saberlo todo o porque simplemente no se nos ocurre qué pudieramos ignorar.
Imagina a una persona que jamás en su vida ha visto una computadora, no sabe que ignora lo que es una computadora y cómo utilizarla.
También creemos que lo que nosotros sabemos de algo es ya lo correcto. Cuenta una antigua historia de la India que un grupo de ciegos fueron a “conocer” cómo era un elefante. Cada uno de ellos puso sus manos en una parte diferente del animal.
El hombre que tocó la pata dijo que el elefante era como una columna muy ancha; el que tocó la cola dijo que era como una cuerda; el que tocó la trompa dijo que era como una rama de un árbol; el que tocó la oreja dijo que era como una cortina; el que tocó su costado dijo que era como un muro; el que tocó un colmillo dijo que era como un tubo. Al final, un hombre sabio les hizo notar a los ciegos que cada uno de ellos había tocado sólo una parte del animal y que el elefante era a la vez todo lo que ellos habían dicho.
Si cada uno de los hombres, se hubiera ido a su casa, sin hablar con los demás o sin escuchar lo que los otros hombres – los ciegos y el sabio – habían dicho, se habrían quedado con la impresión de que el elefante era sólo aquello que sinteieron. Y si alguien llegara a preguntarles: “¿Conoces tú un elefante?” habrían dicho que sí cerrándose a aprender sus otras características.
Un aprendiz siempre está abierto a conocer cosas nuevas, vive deseoso de descubrir sus zonas ciegas y expandirse. Esta actitud nos permite vencer la ceguera.
El miedo
El segundo enemigo del aprendizaje es el miedo. Miedo a reconocer nuestra ignorancia. El miedo a reconocer que no sabíamos algo nos puede impedir aprenderlo.
El sabelotodo tiene una imagen qué mantener ante los demás. Admitir que aprendió algo nuevo significa que había algo que antes no sabía. Por eso se muestra negado a nuevos conocimientos. Dice, yo ya sé todo eso… Así conocí a una persona que jamás asistió a ninguno de los cursos y clases a las que lo invité porque decía que eso ya lo sabía.
El miedo a equivocarse también puede estorvar en el camino del aprendizaje. Por un lado, el miedo a parecer tonto si no he entendido bien algo o si, al practicarlo me equivoco. Pero por otro, el miedo a fracasar, a no conseguir lo que querías, a desilucionarte, a darte cuenta que has perdido tu tiempo. Algunas personas nunca desarrollan sus talentos por esta razón, tienen miedo de dedicar tiempo y esfuerzo y no tener resultados.
Otro miedo interesante es el miedo al éxito. Aunque no lo creas, algunas personas temen que, si llegaran a tener éxito, sean rechazados por el resto del grupo por envidia o competencia; y entonces no practican suficiente algo o no profundizan en algo que pudieran aprender mejor porque el grupo luego los considere arrogantes o “nerds”.
Retar nuestros miedos puede abrirnos al aprendizaje. Piensa qué harías si no tuvieras miedo. Entonces hazlo y prueba.
La vergüenza
La vergüenza y el miedo al ridículo es otro obstáculo. Si los demás descubren que soy incompetente, me apena demasiado. Puede sucedernos, por ejemplo al estar estudiando un idioma extranjero o aprendiendo a tocar algún instrumento, evitamos mostrarnos en público y que noten que somos malos en ello. Para poder aprender, tenemos que aprender a cometer errores y aceptar nuestras debilidades. Requiere un poco de sentido del humor y resilencia. Aprender a levantarnos y reirnos de nosotros mismos. Tomamos demasiado en serio el juicio de los demás y somos muy duros al juzgarnos a nosotros mismos también. Hay una frase que me gusta de un personaje de dibujos animados que dice: “Apestar en algo es el primer paso en llegar a ser más o menos bueno en algo”.
La visión de víctima
La tentación de considerarse una víctima. Una persona en actitud de víctima vive como si las cosas le sucedieran a ella, indefensa, vulnerable. Esta postura nos impide aprender, porque si tú no has hecho nada para estar en la situación en la que estás, tampoco hay nada que puedas hacer para salir de ahí, por lo tanto, no hay nada qué aprender. El aprendizaje requiere visión responsabilidad. (leer más sobre este tema aquí)
El orgullo
El orgullo nos puede impedir que solicitimes ayuda. Pedir ayuda implica reconocer nuestra limitación, incluso nuestros errores. Una persona orgullosa no tolera sentirse dependeinte de otros y por lo tanto pierden oportunidad de aprender. Saber pedir ayuda nos hace humanos, nos permite colaborar con otros y crecer.
La arrogancia
El que cree que sabe todo no tiene nada que aprender. No hay nada peor que un ciego que no quiere ver. El arrogante se encierra en sí mismo, cuida su imagen ante los demás y desacreditará a toda persona que no piense como él. ¿Cómo va a aprender si considera a todos menores? El aprendizaje requiere humildad, para reconocer que hay áreas en las que podemos mejorar y que hay otros que tienen mayor autoridad que nosotros, ya sea por conocimiento, práctica, experiencia, etc.
La pereza
De niño cantábamos una canción, donde un pequeño flojo le decía a su madre que no quería ir a la escuela, inventando escusas como sentirse enfermo, tener un accidente, etc. Solo eran escusas. El aprendizaje requiere tiempo y esfuerzo. No basta con escuchar una vez lo que vamos a aprender, algunos aprendizajes requieres práctica (habilidades). Ciertas personas no están dispuestas a pagar el precio, de salir de su zona de comfort y ponerse a trabajar en ellas mismas. La pereza puede ser enfrentada por la disciplina y la constancia. Pueden más estas virtudes que una mente muy aguda pero floja. Me recuerda la fábula de la liebre y la tortuga. La primera floja, distraída aunque fuera veloz. La segunda sin prisas pero sin pausas, constante. Ésta última ganó la competencia.
La impaciencia
Querer resolver los problemas ya, nos lleva a no aprender de ellos. Las personas que son impacientes, no teleran la frustración de hacer las cosas mal, de no poder dominar lo que están aprendiendo desde el principio. En muchas ocasiones, en mis cursos o seminarios, alguien levanta la mano y pregunta: “¿Cómo puedo resolver esto rápido? ¿Cómo podemos hacerlos de manera contundente y eficaz para ayer?”.
¿Para ayer? ¿En serio? Sí… ellos hablan en serio. Lo quieren de inmediato. La prisa bloquea la capacidad de aprendizaje, precisamente porque bloquea las áreas del cerebro que ocupamos para procesar y conectar la información.
La desconfianza
Si desconfías de la persona que está enseñandote o de ti mismo. Si desconfías de su capacidad, de su intención o de su experiencia, el proceso del aprendizaje se pone en riesto. Si no confíamos no aprendermos de ellos. Si no confiamos en nosotros, tampoco. Porque haremos una profecía auto-cumplida en la cual nos termina pasando aquello a lo que le tememos.
El enojo
Una de las funciones básicas de nuestro cerebro es nuestra supervivencia. El enojo o la ira es uno de los mecanismos que utiliza para protegernos de amenazas. Hace tiempo escribí acerca del enojo (puedes leerlo aquí). Cuando estamos enojados, nuestro sistema límbico se ha apoderado de nuestro cerebro y está en posición de ataque no de aprendizaje. El lóbulo frontal no funciona correctamente, el oído se cierra, la vista se reduce, solo hay acceso a la información que nos permita defendernos o atacar, según el caso. No hay cómo aprender estando así. Nunca intentes tener una conversación racional con una persona enojada. Es inútil. Ante esta situación, lo mejor es buscar paz, serenarse, dejar que la ira pase y entonces retomar el proceso.
La confusión
En un mundo en el que abunda la información nuestros sentidos están saturados. Podemos encontrar un libro o un artículo que hable casi de cualquier tema y si seguimos buscando encontraremos otro libro o artículo que hable del mismo tema y diga exactamente lo contrario. Cuando esto sucede no sabemos qué hacer. ¿A quién le creemos? ¿Por dónde comenzar?
Podemos caer en la confusión, no sabemos por dónde empezar. No sabemos exactamente qué estamos buscando. Al final, gastamos muchas energías buscando las respuestas sin encontrarlas y hasta que nos cansamos, y nos quedamos con la duda.
Aquí es donde entra aprender el arte de preguntar. La mitad de la respuesta está en la pregunta. Mientras más clara sea nuestra pregunta, mayor claridad tendremos en las respuestas. Conviene retirarse, ganar claridad y después regresar al aprendizaje.
La voracidad
Por último, la voracidad. Ésta es el deseo de tener todo, en este momento, de una vez por todas. Es un impulso a deborarlo todo, atragantarse. Siendo un apasionado del aprendizaje, cuando caigo en voracidad, el mismo aprendizaje se hace imposible. Es como querer deborar todo de un vocado. No se puede. Cuando ha llegado a mis manos un libro sobre un tema grandioso o encuentro un curso sumamente interesante, quisiera poder aprenderlo TODO sin perder detalle, pero quisiera hacerlo ahora mismo, sin tener tiempo para procesar.
Ante este obstáculo, la filosofía de la tortuga es buena estrategia. Sin prisas, pero sin pausas. Como dice un dicho oriental: ¿Cómo te comerías un elefante? Una mordida a la vez.