¿Alguna vez has soñado que llegas a un lugar muy concurrido, sólo para descubrir que estabas desnudo? La gente te voltea a ver, murmura y se ríe y te das cuenta que no llevas nada contigo. Quieres huir pero tus pies se sujetan al piso. Despiertas entonces con el pulso acelerado y tomas conciencia de que estabas soñando y que el cobertor yacía en el suelo. Lo único que tenías era frío.
¿Frío? ¿o miedo? ¿No será que tienes miedo de que te conozcan tal y cómo eres? No soy interpretador de sueños. Pero, experiencias así me ponen a pensar cuánto dudamos de la persona que somos en realidad.
Todos tenemos una vida pública y otra vida privada. De cierta forma, llevamos con nosotros un alter ego que presentamos en sociedad para ser aceptados y guardamos nuestra verdadera identidad sólo para los que queremos, si bien nos va.
Pero lo cierto es que en muchas ocasiones, también a ellos los privamos de quienes somos en el fondo.
El miedo a la exposición se vuelve un círculo vicioso. Por un lado tenemos una necesidad muy grande de ser amados y aceptados. Nos acercamos a los demás buscando cubrirla. Pero cuando llegamos nos revestimos de un personaje que creamos para que no nos rechacen. Encajamos, pero no es a nosotros a quien aman y aceptan, es nuestro personaje. De forma que no sabemos por qué nos recibieron, si es por lo que somos o lo que pretendemos. Y nuestra sed de aceptación se queda sin cubrirse.
Es como querer quitarse la sed con vodka. Jamás sucederá. Pienso que eso es el infierno.
Y nos encarcelamos quedándonos solos sin salir a la superficie y pueden pasar años fingiendo. Todos creen conocernos, pero nos mantenemos ocultos. Con el tiempo, corremos el riesgo de olvidar, incluso, quienes somos nosotros mismos.
Sumemos a esta realidad, el mundo cibernético. ¿Alguna vez has visto a alguien tomarse una selfie en un día malo? «Hey, me siento deprimido, me embargaron mi carro, voy a tomarme una selfie». Ponemos una carita feliz o una mano levantando un pulgar al amigo que ha publicado alguna tontería, cuando en realidad quisiéramos decirle: «deja de decir burradas y ponte a trabajar». O al contrario, le hacemos una broma a alguien o lo desvirtuamos cuando en realidad quisiéramos decirle «me gustaría que nos lleváramos mejor o me gustaría pasar más tiempo contigo».
Entonces pasamos más y más tiempos solos, aunque estemos en lugares abarrotados. Nos sentamos a la misma mesa, pero participamos en muchas conversaciones a la vez, ninguna físicamente. Cada uno en su dispositivo y en el fondo, ninguna conversación es auténtica.
La búsqueda del ser es un camino poco transitado hoy en día. Pero vagan millones de personas con sed de descubrirse y, más aún, de aceptarse. ¿Cómo pudiéramos llegar a ellos? ¿Cómo poder llevar un vaso de agua al sediento? Del agua de su propio manantial interior. ¿Cómo sería el mundo si saliéramos de nosotros mismos, de nuestros caparazones y nos mostráramos tal y como somos?
He escrito sobre el momento humano en otras ocasiones, sobre cómo pudiéramos dejar de correr y encontrarnos con el otro. He hablado del encuentro y del amor. He hablado de dejar nuestras prisas y observar en los ojos del vecino. Vuelvo a invitar a detenernos. Vuelvo a sugerir el encuentro, pero esta vez contigo mismo(a).
Frénate. Date tiempo para descubrirte. ¿Hace cuanto tiempo que no te experimentas? Vives en tu cabeza, conversando todo el tiempo, haciéndote juicios y dando instrucciones. Acalla un minuto esas voces y date permiso de ser. Simplemente ser. ¡Así como se es!
Éste es el viaje del verdadero héroe. El viaje de autoconcerse… autoconquistarse y, finalmente… autodirigirse.
Hay un libro cursi que habla sobre el camino del descubrimiento. Advierto, es cursi. Pero si no tuviera valor no lo recomendaría. Explica el desafío de quitarnos los caparazones que se han impregnado a nuestra piel. Date la oportunidad de leer el libro de Robert Fisher, El caballero de la armadura oxidada.
En palabras de Wikipedia: «El protagonista, un caballero egocéntrico, que no consigue comprender y valorar con profundidad lo que tiene, es descuidado sin querer con las cosas y las personas que lo rodean. De esta forma se va encerrando poco a poco dentro de su armadura, hasta que ésta deja de brillar y se oxida; cuando se da cuenta, ya no puede quitársela. Prisionero de sí mismo, emprende un viaje por tres distintos castillos a través del «sendero de la verdad», mientras se va dando cuenta de muchas cosas que nunca había notado, reflexiona y así va siendo poco a poco mejor persona y al final logra deshacerse de la armadura que le había imposibilitado abrirse al mundo.» (https://es.wikipedia.org/wiki/El_caballero_de_la_armadura_oxidada)
Es un libro corto, debes poder terminarlo en un par de noches. Puedes descargarlo aquí.
Eres único, nunca ha existido nadie como tú y nunca existirá alguien como tú. Confundes originalidad con autenticidad. No nos importa que seas original sino que seas tú. Al esconderte nos privas de lo mejor de ti. Y no hay ningún otro lugar donde podamos obtener eso que tú tienes para nosotros.
¿Qué es la Auto-compasión?
Hemos utilizado la palabra auto-compasión de forma equivocada (como muchas otras malas traducciones) confundimos Self-compassion con Self-pitty, auto-lástima. Auto-compasión no es sentir lástima por sí mismo sino sentir compasión, tener caridad consigo mismo.
Implica una actitud de auto-conocimiento y auto-aceptación.
La auto-compasión (vista de esta forma) tiene diversos beneficios. Se necesitaría un artículo completo para relatar todas las diferentes formas en que tener compasión por ti mismo puede beneficiarte, así que en su lugar enumero algunos de los beneficios más comunes y más significativos.
- Mayor felicidad
- Mayor optimismo
- Buen humor
- Un mayor sentido de sabiduría
- Más motivación y voluntad de tomar la iniciativa
- Mayor curiosidad, aprendizaje y exploración
- Mayor amabilidad
- Más conciencia de sí
- Mayor extraversión
5 ejercicios para practicar la Auto-compasión
- Trátate como tratarías a un buen amigo. Es fácil sentir cariño, compasión y comprensión por nuestros amigos, incluso cuando fallan o cometen un error. Puede ser mucho más difícil extender ese mismo entendimiento y compasión a nosotros mismos cuando cometemos un error. Piensa en cómo tratarías a un amigo que estuviera en tus circunstancias y haz lo mismo contigo. Sé más comprensivo, tolerante y compasivo.
- Tómate un Break. Sólo tomará unos minutos, pero puede hacer una diferencia. Primero, piensa en una situación en tu vida que te está causando estrés o dolor. Piensa cómo te hace sentir, tanto emocional como físicamente. Ponte en contacto con tus sensaciones, emociones y sentimientos y acéptalos. Sé amable contigo mismo. Puedes obtener un gran alivio simplemente afirmando que estás experimentando sufrimiento, una parte difícil pero natural de la vida, y declarando tu intención de ser amable, paciente o de aceptarse a sí mismo.
- Expresa tu compasión contigo mismo a través de la escritura. Existe un ejercicio en la Psicología positiva que se llama la carta de autocompasión. Piensa por un momento en tus fortalezas y debilidades, después escribe una carta a ti mismo donde te elogies por las primeras y te expreses aceptación por las segundas. Termina reconociendo tu valor personal y haciendo un compromiso de ser quien realmente eres.
- Cuida tu diálogo interior. Pon atención a tu diálogo interior y busca cambiarlo. Deja de criticarte por todo lo que haces. Cuando te sorprendas reprochándote algo que hiciste o saboteándote algo que estás por hacer, deténte. Toma un momento, respira y pon atención en otra cosa.
- Practica la meditación. Leer la Biblia o cualquier otro libro espiritual. Practicar la oración en grupo o en privado. Ya sea hablada o en silencio y, principalmente, practicar la meditación puede ayudarte a entrar en contacto contigo mismo, con lo mejor que hay dentro de ti y que es tu espíritu. Experimenta cómo el amor de Dios está en ti y cómo te ha hecho tal y como te tenía pensado. Eres suficiente y eres amado(a). Medita en esto y déjate sentir la luz y calor que tienes para dar a los demás.
Existen miles de formas más para practicar el ser compasivo consigo mismo, te dejo éstas por ahora. Tómate un momento para probar al menos una de ellas, estoy seguro que será de utilidad. Al ser más compasivo contigo mismo, ganarás el coraje necesario para salir de tu caparazón y mostrarnos a los demás el regalo que tienes para nosotros.
Llevas un tesoro y lo escondes porque hemos sido crueles contigo. No lo seas tú para ti mismo. Necesitamos personas valientes, que entren con coraje a sus cavernas interiores, se descubran a sí mismos y luego se muestren al mundo como son..
Bonita semana.
Alex, excelentes reflexiones. Un abrazo