– Hola, Arturo, ¿puedo verte?
– Hola, Alejandro, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
– Necesito platicar, no están bien las cosas.
– Ven a mi consultorio y platiquemos mañana por la mañana.
Colgué el teléfono. Suspiré. Afuera de mi auto todos parecían felices. Era un día soleado, para todos menos para mí. Llevaba media hora estacionado en un supermercado. Sin bajar si quiera las ventanas. Tenía la mente en gris. Estaba abrumado, triste, enojado, dolido.
No podía digerir lo que me pasaba. Entonces vi que se acercaba un guardia de seguridad y volví al presente. Pensé que tenía sentido desconfiar de un hombre encerrado en su coche en el estacionamiento por tanto tiempo.
Bajé entonces del vehículo. Lo cerré y volví a recargarme en él.
No podía llorar, ni sentía algún nudo en la garganta. Mas bien, las fuerzas se me habían ido. Me sentía derrotado, traicionado, frustrado, impotente.
Volví a tomar entonces el teléfono y le marqué a un amigo. Le pedí hospedarme en su casa esa noche. Accedió con pena, expresó simpatía por mí y me dijo: “ven, te va a servir distraerte”.
Pasé la noche ahí, pero no necesité distracción, simplemente no podía poner atención a nada.
Al día siguiente llegué a primera hora al consultorio de Arturo. Él me recibió con un abrazo y nos sentamos a platicar.
– ¿Por qué no vienes a la clase en la noche? Te servirá.
Acepté sin más. No tenía nada que perder.
Pasó el día más lento de la historia. Hasta que llegó el momento de la clase. Entré al salón por primera vez, arrastrando los pies. “¿Podré ser feliz algún día?” pensé… “un día de estos”. Me contesté. La vida da muchas vueltas, algún día me irá bien y podré sonreir.
¿Se podrá aprender a ser feliz?
Jamás pensé que fuera necesario un curso para ello. Pero confío en el aprendizaje y yo mismo me contestaba que se puede aprender cualquier cosa. Lo cierto es que yo no era feliz y quería serlo. Había perdido en un período de tiempo muy corto demasiadas cosas: mi relación de quince años había llegado a su fin; perdía con eso mi familia, mi casa y a la mayoría de mis amigos. Como las ondas expansivas de una bomba, el efecto destructor se extendió a los demás rubros de mi vida, en mi profesión estaba perdido, mi economía se vino a pique, mi autoestima por los suelos y mi salud peor que nunca. Se me dificultaba levantarme por las mañanas y no tenía fuerza para mostrar una sonrisa ni para reirme ante el mejor de los chistes.
Me sentía traicionado, humillado, hundido, ofendido. Totalmente quemado.
Todo eso lo podía soportar, si lograra saber hacia dónde dirigirme.
Mi padre había muerto unos años antes. Normalmente hubiera ido con él a pedir consejo. En cambio, extendí la mano a mi tío Arturo quien, además es mi padrino. Él había estado para mí en muchas ocasiones de mi vida cuando mi padre estuvo fuera.
Él fue quien me enseñó a anudarme la corbata en mi primer baile formal en secundaria, cuando mi padre viajaba de trabajo. También me había sacado de un par de apuros cuando golpee el auto aprendiendo a manejar, sin permiso, por supuesto.
Fue entonces cuando le llamé por teléfono.
Conocía su historia sobre cómo decidió regresar a la universidad y terminar una carrera pasados los cincuenta años. No tenía título profesional e ingresó a la licenciatura de Psicología cuando tenía cincuenta y dos. Trece años después, no sólo había conseguido el título de Psicólogo y su licencia de terapeuta, sino que llevaba cuatro maestrías y estudiaba un doctorado.
¿Qué estaba buscando yo? Quería saber cómo volver a comenzar. Si alguien sabía de ese tema era él.
Al llegar a la universidad busqué el salón. Entré y ahí estaba Arturo preparando su presentación.
El diplomado de Psicología Positiva forma parte de los cursos de extensión de la universidad, así que no tiene como pre-requisito tener título universitario. Junto a mí estaba un hombre que venía de Saltillo, a noventa kilómetros de mi ciudad. Me contó que conducía por carretera poco más de una hora de venida y de regreso cada semana, sólo para tomar la clase.
Había empresarios, empleados, amas de casa, emprendedores, vendedores de seguros, estudiantes de universidad, químicos en alimentos, biólogos, ingenieros, ah… y yo. Era la segunda sesión y el grupo ya se había presentado así que me pidieron que me presentara sólo yo. Debía decir mi nombre, mi formación, es decir, lo que había estudiado; mi profesión, a lo que me dedicaba y qué esperaba aprender en el curso.
Me puse de pie, titubeando dije que me llamaba Alejandro, había estudiado Filosofía, que estaba en una transición profesional y que esperaba encontrar “herramientas para ser mejor persona”.
¿”Herramientas para ser mejor persona”? ¿Qué clase de cliché era eso? ¿Qué significaba lo que dije? Podía ser todo o nada. Es lo que dice cualquiera que no sabe qué decir. ¿Sabía lo que eso significaba? Ciertamente que no, pero bastaba para complacer al público y marcar como respondida la pregunta. Aunque se tratara de la respuesta más vaga que jamás haya generado.
La clase comenzó. En medio de anécdotas, chistes y ejercicios de autodescubrimiento, se me presentaron dos conceptos iluminadores que constituyeron el quiebre inicial de mi búsqueda. Estas dos ideas iniciales golpearon la superficie de mi problema personal haciendo una grieta como las punta de un cuchillo que agrede al hielo. Sentí cómo comenzaba a escuchar los tronidos de mis esquemas mentales.
El primer concepto es que la felicidad no consiste solamente en estar alegre. No sólo eso. Experimentar la emoción de alegría o gozo permanente es imposible para el organismo, como vamos a explicar más adelante. La felicidad tiene más de un componente y las emociones positivas son sólo una parte pequeña de ella.
El segundo concepto revelador fue que, de acuerdo a los estudios, esta felicidad dependía en gran medida de mis propias acciones. De manera que aunque mis circunstancias cambiaran, para bien o para mal. Éstas sólo podían afectar un muy bajo porcentaje de mi nivel de felicidad y satisfacción en la vida.
Mi pequeño escéptico interior no estaba abierto a palabrería “positiva” ni quería escuchar frases motivacionales como “tú puedes”, “si lo piensas lo consigues”, “si lo deseas con todas tus fuerzas el universo va a confabular para ti”. Bulshit. Nada de eso estaba dispuesto a aceptar.
Sin embargo, la información que estaba recibiendo provenía de otra fuente de conocimiento. Eran los resultados de investigadores serios en distintas universidades del mundo las que estaban llegando a estas conclusiones. Durante la clase se mencionaron más de cinco libros y cerca de ocho revistas especializadas, todas ellas con evidencia científica contra la que no podía justificarme.
De manera que ésta fue la punta metálica que chocaba contra mi caparazón de hielo. Y me llevé esta tarea: poner a prueba todas y cada una de las “actividades de la felicidad”. No tenía más que perder. Ya no tenía casi nada. Había salido de casa con una maleta solamente y dormía en el sillón en casa mi amigo. Antes de eso, toda mi vida giraba en torno a mi familia y ahora me sobraba el tiempo. Me di entonces a esta tarea de estudio y descubrimiento y dio resultado.
A ésta le siguieron catorce sesiones más, una a una fueron significando un escalón, no solo para salir del pozo emocional donde me encontraba sino para descubrir un nuevo camino para mí. Una futuro mucho más esperanzador, basado en mi identidad auténtica. En este curso, no sólo descubrí qué cosa es la felicidad, también logré descubrir quién diantres era yo y dónde había estado perdido.
Hola, Cristal, bienvenida. La autoestima la vamos construyendo nosotros mismos. No necesitamos del permiso de otros ni de su validación. Tampoco es necesario hacer grandes cosas para merecerse el respeto o la admiración. Tu vida es grande sin importar cómo sea y tienes dignidad por el simple hecho de ser.
Date la oportunidad de experimentar poco a poco. Te recomiendo los artículos de la Psicología Positiva que encontrarás aquí, sobre todo no dejes de hacer los ejercicios.
Hola, soy Cristal y yo tengo baja autoestima y me siento vacía. 😅 Una amiga me recomendó leer estos artículos…
Alex, me dio mucho gusto volver a vernos, gracias por compartir tus experiencias para ayudarnos a seguir avanzando en la vida! me encanto!
Excelente blog Alex Pérez
Muchas gracias por compartir.
Excelente blog
Muchas gracias por compartir.
Me encanto!!!! Mil gracias por todo el aprendizaje. ❤️
Alex, cuando escribimos algo que nos sale del corazón y de las tripas, se siente resonar la autenticidad. Eres un valiente al compartir tus expetiencias. Un abrazo.