Ocho poderosas maneras de hacer frente al cambio

El día en que me despidieron de la Universidad fue un día difícil para mí. Han pasado casi 15 años y todavía lo recuerdo muy bien. Disfrutaba mucho mi trabajo y, aunque la paga no era grandiosa, cada día era un gusto poder compartir con los alumnos y compañeros experiencias extraordinarias. La idea de que «ya no era requerido» me costó.

Caminé desde la oficina de la recién llegada coordinadora hasta la sala de maestros con la cabeza gacha, los hombros caídos y la mirada perdida. No sabía bien si estaba enojado, triste o simplemente perplejo. Entonces Imelda me vio entrar. Al instante supo lo que me sucedía y se acercó hasta alcanzarme del hombro. La miré y solo me dio un abrazo. Me dijo que tenía algo para mí. Entonces regresó a su escritorio y sacó una carpeta, hojeó su contenido rápidamente hasta llegar a una página en específico y dijo «Aquí está».

Tomó la hoja de la carpeta y me la entregó. Me dijo: «Alejandro, tal vez este regalo te va a molestar más pero estoy segura de que te va a servir». Me lo entregó y volvió a abrazarme.

La hoja tenía de título: «Tira la vaquita».

Contaba la historia de un maestro Samurai, que pasaba por una aldea pobre acompañado de su aprendiz. Encontraron en la aldea una casa muy humilde, donde vivía un hombre y su familia. El hombre los recibió amablemente y los invitó a pasar. El aprendiz quedó sorprendido de la calidez del hombre y la familia y de la forma de acogerlos y atenderlos a pesar de que no tenían nada.

La familia tenía solamente una vaquita. El hombre explicó que gracias a esa vaquita ellos podían sobrevivir. Se sentían muy agradecidos por el don de la vaquita y cada día la ordeñaban para reunir algunos litros de leche. Tomaban un poco para ellos y el resto la vendían o intercambiaban por alimentos. 

Esa noche, el aprendiz decía al maestro que deseaba agradecerles a la familia todas sus atenciones. Entonces el maestro le cuestionó, qué deseaba hacer por ellos. El aprendiz indicó que quería hacerles un gran bien, a cambio de sus muestras de amabilidad.

– «Mañana antes del amanecer»- dijo el maestro – «Tomarás esa vaquita y la tirarás por el desfiladero»

El aprendiz pensó que el maestro estaba loco. Sin embargo obedeció, a pesar de que su conciencia se lo reprochaba.

Maestro y aprendiz abandonaron el pueblo y la familia quedó desolada. El remordimiento acompañó al muchacho durante días. Al pasar algunos meses, decidió volver al pueblo; pedir perdón por lo que había hecho y tratar de resarcir el daño. Pero al llegar encontró que la familia ya no estaba. La pequeña casa había desaparecido. Debió haber muerto el hombre de hambre o algo peor les sucedió después de perder lo único que tenían.

En el lugar había ahora una granja, con sembradíos alrededor. Encontró ahí a un granjero, se acercó y preguntó:

– «Disculpe, había antes una casa aquí con una familia, ¿sabe usted donde puedo encontrarlos?»

– Sí – contestó el granjero – éramos nosotros.

El joven aprendiz reconoció entonces al hombre y sorprendido preguntó: «¿qué fue lo que pasó?».

– «Le contaré, nosotros teníamos una vaquita y con su leche nos manteníamos. Hasta que un día, unos malhechores la robaron. Así que decidimos limpiar la tierra que teníamos y la empezamos a trabajar. Pedimos prestadas algunas semillas. Las sembramos y con el tiempo tuvimos nuestra primera cosecha. Tomamos un poco de los frutos, los comimos. Pagamos la semilla prestada, vendimos un poco más y el resto lo volvimos a sembrar. Así ha ido creciendo esta granja.»

Imelda tenía razón. El regalo me molestó aún más de lo que estaba. Pero también tuvo razón cuando me dijo que me serviría. La vida había girado, como lo hace a veces y ahí estaba yo, viéndola de frente y escuchando su pregunta: «¿Qué harás ahora?»

Porque la vida te pregunta, cada día: «¿qué harás?». Ha muerto tu padre, ¿qué harás ahora? Tu hijo está enfermo, ¿qué harás? Ha terminado tu contrato ¿qué harás? Te han pedido el divorcio ¿qué harás?

Conservo, entre mis archivos viejos un video que el Padre Marcelo me envió en alguna ocasión. En él menciona ocho poderosas decisiones para sacar lo mejor del cambio. Quiero compartir contigo estas decisiones. Puedes salir adelante y sacar lo mejor de la situación. El cambio es inminente. Es doloroso pero también puede ser un regalo.

  1. Acepto. Normalmente nos resistimos, tememos el cambio, lo evitamos. La primera decisión es «yo acepto». Recibo el cambio, abierto, sin reservas. Lo que venga. Esto es lo que hay, así que bienvenido.
  2. Aprovecho. Si el cambio sucederá, entonces, puedo sacar lo mejor de él. Aprovecha la oportunidad para moverte hacia adelante, para buscar lo mejor, para enriquecerte en experiencia, en sabiduría y poder.
  3. Asumo. ¿Recuerdas cuando hablamos de la visión de víctima y responsable? Como víctima no sacarás nada más que angustia y desesperación, la tercera decisión que debes tomar es «yo asumo». Asumo mi responsabilidad, respondo, asumo mi rol de protagonista, mi liderazgo.
  4. Me comprometo. Como la historia del cerdo y la gallina que querían poner un restaurante: La gallina le decía al cerdo «pongamos un negocio, vendamos desayunos, podemos vender huevos con jamón». El cerdo contestaba «Mira, mira, eso a ti solo te involucra, a mí me compromete».
    De esta manera comprometerse, significa ponerte en juego, poner parte de tu ser. No basta con involucrarse, hay que arriesgar e incluso, sacrificarse si es necesario.
  5. Me ocupo. En vez de preocuparme me ocupo. Cuando viene el cambio, la vocecita nos empieza a molestar, preocupándose de todo lo que puede salir mal. La mejor manera de callarla es actuando. Entra en acción. Ya sabes, cuenta 5, 4, 3, 2, 1 y avanza. Haz algo al respecto!
  6. Agradezco. Agradece lo bueno, lo malo, lo agradable, lo desagradable. La gratitud es una de las maneras de incrementar nuestro nivel de satisfacción. Lo platicamos ya cuando hablamos de la Psicología positiva y de lo que significa estar bien. La gratitud nos permite centrarnos en lo positivo, sacar lo mejor de nosotros y sobre todo, callar nuestra voz interior que nos frena. No se puede sentir miedo y gratitud al mismo tiempo.
  7. Confía.He hablado ya de la confianza. Si confías, tal vez te quedarán mal, pero si no lo haces, jamás podrás ser feliz. Confía en ti mismo, en que tienes la capacidad de salir adelante. Confía en que todo sucede para bien, en que serás capaz de sacar lo mejor. En que la prueba te traerá fortaleza. En que, como decía la abuela, también de esto nos vamos a reír. Siempre… siempre, saldrá el sol mañana.
  8. Por último, apuesta a ganar. Cuando un equipo juega a no perder, no arriesga, no sale de su cancha, solo defiende, no saca lo mejor, se reserva. Lo contrario es apostar a ganar. Sacar la garra, sacar lo mejor. Henri Ford decía: Si crees que puedes o crees que no puedes, tienes razón. Así que saca lo mejor de ti, enfócate en lo que realmente deseas, entra en acción, comprométete y apuesta a ganar.

Bonita semana.

About the author

Me gusta el aprendizaje, el crecimiento, contribuir al mundo; amo a mis hijos; explico cosas; comparto mis pensamientos; escucho a los demás; practico la filosofía y el coaching; doy conferencias, talleres y clases a quien se deje; me gusta dejar un pedacito de mí en la vida de las personas.

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