«No recuerdo si enseñabas bien o no, no sé si yo fui buena alumna o fui un ‘pain-in-the-ass’. No tengo memoria si aprobé o reprobé. Pero si recuerdo que fuiste un maestro que me marcó» me dijo. Sus palabras sonaron en mi interior como las fanfarrias del tío Gamboin!
Yo tenía rato preguntándome por qué su rostro me era muy familiar. Era la primera vez que nos reuníamos y casi no sabíamos nada uno del otro, solo que teníamos negocios que compartían un objetivo común: hacer organizaciones y fuentes de trabajo MÁS HUMANAS.
La idea original era ponernos en contacto, compartir quienes éramos y que estábamos haciendo con nuestras compañías (ambas consultorías) en temas de wellness y well-being y, por supuesto, ver que podíamos hacer juntos.
Lo cierto es que, a pesar de que habíamos tenido un par de llamadas interesantes y muy inspiradoras, no sabía quien estaba detrás del teléfono. Definitivamente era alguien innovadora, rebelde (disruptiva, en el argón de moda) y muy humana, preocupada por la salud, el bienestar y la calidad de vida de los empleados en las empresas.
«¿No estudiaste en la Universidad?» Le pregunté y, dejando su vaso de latte en la mesa me dijo sorprendida «¡ya sé quien eres! Tú me diste clase de Álgebra en preparatoria»
-«Sí, ya se quien eres tú también», atamos cabos.
Entonces me dijo cómo se había sentido marcada por las experiencias personales que le había compartido. Lo que ella no sabía es que precisamente por ese estilo de abrir el corazón con los alumnos me hizo tener grandes problemas con mi coordinadora de área hasta desenlazar precisamente en mi salida de la institución. (Ver Ocho poderosas maneras de hacer frente al cambio).
La coordinadora anterior no estaba de acuerdo en mi estilo de enseñanza y decía constantemente «no es clase de filosofía, esto es Álgebra» al final, cuando me saco de su área dijo «los filósofos a filosofía».
Y ahí estábamos, 16 años después, tomando un café, una de mis alumnas más rebeldes pero más auténticas que he tenido (yo sí recuerdo cómo era ella) y yo respondiendo a un mismo llamado: hacer mejor la vida de las personas.
Un mes después estábamos en un salón con otras cuarenta personas compartiéndonos 120 maneras para crear equipos productivos y felices.
Le pedí que me presentara y compartió con los participantes la historia de cómo ella había aprendido más acerca de la vida que acerca del álgebra cuando le di clase. Dijo que había un momento en específico en el que ella había sido marcada (no especificó cuál) y qué estaba muy complacida de volvernos a encontrar y trabajar en proyectos juntos varios años después.
El taller salió excelente y salí muy satisfecho. Por la tarde volví a contactarme con ella para agradecerle e intercambiar impresiones. Le agradecí profundamente haber compartido desde su corazón.
-«se exactamente a qué momento te referiste cuando mencionaste que había habido una experiencia en particular» – le aclaré.
Se trataba de una vez en que compartí una pérdida muy grande con la clase. Ella me explico al final cómo, diez años después de aquella clase de álgebra, ella atravesó una pérdida similar, profundamente dolorosa y como encontraba consuelo con la memoria de su maestro de Álgebra en preparatoria. Y ella me agradeció a mi.
Sus palabras llegaron a mi corazón como el agua que penetra en la tierra y humedece y reconforta las raíces profundas de un árbol en el verano.
Hay poder en la vulnerabilidad, ahí está el secreto de nuestro ser personas, en lo profundo de nosotros. No es posible tocar a otros seres humanos si nos mantenemos escondidos detrás de las máscaras.
Estuve durante varios años lejos de las aulas y haber regresado hace un año ha sido una de las mejores experiencias de mi vida profesional.
Hoy es Día del maestro y he recibido uno de los mejores regalos que un maestro puede tener: ver florecer a una alumna. Dieciséis años después, que llegué y te diga lo que ella me ha dicho: PRICELESS! En verdad NO HAY PRECIO!
Cualquier maestro enseña Álgebra. Es más, no ocupas un maestro para eso, puedes aprender con videos en You Tube. Si no vas a tocar la vida de tus alumnos entonces ¿para que enseñas?
«Feliz Día del maestro» me dijeron algunos. Efectivamente. Ha sido el mejor Día del maestro de mi vida. No hay nada mejor que ver florecer a una persona y es un regalo muy grande saber que una semilla que sembraste largo tiempo atrás creció y dio fruto y sirvió para brindar consuelo y experiencia de vida a una persona.
Ser maestro es un privilegio muy grande, es una gran tarea y gran regalo. No solo hay maestros en las aulas, los maestros de vida están en todos lados, si sabes ser un buen aprendiz. Le doy gracias a Dios por grandes maestros que he tenido han sido gran ejemplo e inspiración para mi. Sobre todo, si he aprendido a atreverme a hacerme vulnerable y tocar la vida de los demás es porque hubo otros maestros que alguna vez marcaron la mía.
Bonita semana. Felicidades, maestros y sobre todo: GRACIAS!
Buenísimo. Felicidades!